jueves, 24 de noviembre de 2011

El caminante de Boisaca

¿Viajero del tiempo o un simple joven accidentado?





Cuenta la crónica periodística y policial, que el 5 de mayo de 1988, un joven salido de la nada fue arrollado por un ferrocarril en la vía Ría Altas de Galicia, España. Se dice que el individuo caminaba sobre las rieles de espaldas al tren agitando los brazos de manera incomprensible. Pese a las advertencias del maquinista, el extraño sujeto no reaccionó siendo arrollado por la pesada maquinaria ocasionando la partición total de su cuerpo. Como es lógico, este hecho dificultó luego la labor de los forenses y la policía para lograr la identificación de la víctima, siendo lo único que pudieron rescatar alguna de sus características físicas (como su talla mediana, su raza blanca, cabello negro y ojos castaño) y su vestimenta, que era sencilla, camisa gris azulada, pantalón negro y zapatillas deportivas blancas. A parte de esto, no se supo nada del sujeto.

Desde aquella fecha, diversas hipótesis rodearon la figura del hoy llamado Caminante de Boisaca, primero se dijo que probablemente sería un mendigo perdido, hecho que se descartó casi inmediatamente luego que la policía hallara en uno de los bolsillos de su pantalón una fuerte suma de dinero, luego, que era un enfermo mental que habría escapado de un sanatorio, hecho que también se descartó pues no había noticia de ningún paciente escapado de algún manicomio de la zona, y por último, y quizá la más sorprendente de todas, que era un sujeto perdido sí, pero no de algún lugar de España, sino, de otro mundo, de otra dimensión, de otro tiempo.

El viajero del tiempo

Esta hipótesis fue barajada en un principio por el periodista e investigador español, Íker Jiménez, quien en su libro “Enigmas sin resolver”, sostuvo que la extraña presencia de ese hombre y lo inusual de su accidente, se parecía mucho a un caso ocurrido en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, en 1950, cuando un comerciante de nombre Rudolf Fenz, apareció de pronto en una vía de la Quinta Avenida siendo atropellado mortalmente por un vehículo.

Lo misterioso de este caso no fue sólo su repentina aparición en aquella transitada vía estadounidense sino que las características de aquel sujeto evidenciaban que no pertenecía a ese tiempo. Es decir, que su atuendo parecía pertenecer al siglo XIX y el dinero que llevaba en sus bolsillos, ya no se hallaban en circulación en ese momento.

Cuando los agentes iniciaron las investigaciones basándose sólo con el nombre de la víctima se encontraron con una gran sorpresa, las características de aquel sujeto de nombre Rudolf Fenz, coincidían con la de un hombre, del mismo nombre desaparecido misteriosamente en 1876.

El caminante crono-nauta

Según Jiménez, este hecho como el ocurrido en España, dejarían abierta la posibilidad de un supuesto “salto en el tiempo y el espacio” realizadas por personas (o viajeros) que al momento de sus respectivos accidentes aparecen “repentinamente en un lugar sin saber ni de dónde ni cómo han llegado allí”.
Esto se reforzaría con la versión de que al momento de su muerte, el llamado caminante de Boisaca, no pudo ser identificado y no fue reclamado por ningún familiar o amigo, tiempo después de su muerte.
Los círculos de piedra
Otro hecho curioso que le dio un aire mucho más místico al tema, fue que cuando la policía se acercó a la zona del accidente, a unos pasos de allí encontró una extraña formación circular hecha con rocas y piedras cuyo significado no pudo ser entonces descifrado por la policía.

En este último punto, el investigador español, Juan José Vallejo, las piedras tendrían un significado antropológico en donde los círculos significaban, en las antiguas culturas, un elemento de invocación mágica, en la que el doble círculo estaría vinculado al demonio. Según Vallejo, el joven bien pudo, momentos antes de morir, realizar algún tipo de estas invocaciones. Por otro lado, la leyenda urbana considera que esto pudo ser un supuesto mensaje o códigos de otro tiempo.

Una prueba de ADN y el fin del mito

Pese a todas estas cavilaciones sobre la posibilidad de los viajes en el espacio y el tiempo, recientemente el diario El Correo Gallego, desecha de tajo la posibilidad del viajero de otro tiempo o cualquier otra hipótesis enigmática, al publicar la supuesta identidad (completamente contemporánea) del referido caminante.

Según este diario, fue gracias a los análisis de ADN hechos por la policía, se logró determinar que la persona fallecida en 1988 por el referido accidente ferroviario era un joven de 22 años llamado, Óscar Ortega Vasalo, hijo de una farmacéutica de la zona de nombre, María Bertina Vasalo Álvarez, quien hasta el momento ha prefiriendo mantenerse al margen de la exposición mediática, no deseando hasta el momento, dar fe o no, de lo dicho por las autoridades locales.

Sea como fuere, el caso del caminante de Boisaca se suma a otros tantos como el de John Titor y su afamada máquina del tiempo, que pese a las evidentes posibilidades de que la historia se trate de una leyenda, un mito o un simple engaño, continúan incluso hoy, causando adeptos provocando curiosos círculos de seguidores.

¿Qué Pasó?

Hola como están, espero que muy bien, hoy vengo con esta nota que me encontre por ahí de la web espero que les guste leer porque esta un poco larga bueno los dejo. Saludos un abrazo y Arrivederci :) que lo disfruten  


Ha sido para mi muy difícil decidirme a dar éste paso; revelar mi experiencia me ha llevado mucho tiempo decidirme a hacerlo; pero creo que se hace necesario y por eso es que hoy lo hago.
Corría el mes de septiembre de 1993, yo acababa de ser asignado como médico al servicio de toco cirugía en el hospital del Seguro Social de la ciudad de Autlán, Jalisco, México. No recuerdo el día exacto; ése día había sido mi descanso y me había dedicado a recorrer las calles por la tarde hasta el anochecer; siempre me ha gustado caminar.
Ya por la noche; después de cenar en una fonda, llegué al edificio donde me alquilaban un cuarto como a muchos que llegaban de fuera a trabajar a ésa ciudad; éste solo tenía una cama, un buró y una silla; el cuarto de baño estaba afuera y era compartido con el cuarto vecino.
Me recosté y me puse a leer, escuchaba música en un radio con reloj y despertador, hacía calor y abrí la pequeña y enrejada ventana que daba a la calle, entonces me di cuenta que era la medianoche; el reloj marcaba las 12:05 y me dispuse a dormir. Me metí bajo las sábanas, puse la alarma del reloj  para que sonara a las 6:00 de la mañana y me encendí un cigarrillo; apagué la luz y deje el cigarrillo en el cenicero sobre el buró. Justo en ése momento, escuché un zumbido como el que hacen las maquinas eléctricas de soldar, a la vez que una intensa luz amarilla en el interior de mi cuarto me encegueció haciendo que me estremeciera; solo fue un instante, tan corto como un flash fotográfico.  Eso fue el inicio de las cosas; mi primera impresión fue de asombro, al tomar el cigarrillo que acababa de dejar, este se encontraba totalmente consumado y apagado; el reloj marcaba las 3:00 de la mañana. Yo, ya desconcertado, sentí un escozor en mi pecho a la altura del esternón, por lo que instintivamente traté de rascarme produciéndome un dolor intenso. decidí encender la luz y al levantarme me di cuenta que estaba acostado encima de la sábana con la que un rato antes me había cubierto; me levanté y encendí la luz percatándome que tenía la piel de mi pecho con quemadura de primer grado, mas intensa que las que pueden ocasionarse en la playa.
Esta era en forma de "V" bajando de mi cuello hasta la punta del esternón. No solo había eso. A los lados de la misma se observaban una serie de puntos simétricos y también dolorosos y quemantes. Mas que sorprendido, ya para ése entonces estaba espantado. Mi cama estaba tendida. Solo con la marca de mi cuerpo en ella. La puerta permanecía cerrada por dentro y la pequeña ventana estaba con los barrotes de protección intactos. Decidí no decir nada porque sabía que me juzgarían mal y no me creerían.  Cuando llegué al Hospital, conseguí muy discretamente crema para quemaduras y material de curación con el cual me estuve curando por varios días hasta que sanó.
Ha pasado todo este tiempo. Con frecuencia presento escozor en el área afectada y se me enrojece la piel; las cicatrices aún persisten aunque muy discretas, mis dudas aún no las he podido disipar y hoy, al fin y sin saber porqué, me decido a contar lo que me sucedió; no con el animo sensacionalista, mas bien con el todavía temor de no ser creído, pero con la firme convicción de decir la verdad tal y como sucedieron los hechos. Después de esto me siento un poco liberado, sin embargo cruzan por mi mente visiones fugaces de muchas vivencias en lugares extraños que cuando quiero darles seguimiento o encontrarles ilación se desvanecen y ya no logro recordar.